Anotaciones sobre Palestina

Tal y como hemos aprendido estos meses en el taller, en la guerra — es decir, en la política— no existe la neutralidad. Por tanto, la figura del “civil neutral” es un oxímoron que se vuelve especialmente falaz cuando dichos civiles son ciudadanos de una polis asentada en un territorio ocupado por fuerzas coloniales. 

Hoy debemos recordar que el Estado de Israel nació como una iniciativa europea — orquestada por el Reino Unido y su aparato militar — como respuesta a la nula capacidad occidental de hacer frente a su propio antisemitismo y a la problemática llamada la “cuestión judía”. Las consecuencias de este proyecto sionista las paga hoy el pueblo palestino, a quien desde un discurso caricaturesco y maniqueo se le niega su derecho a la legítima defensa.

Ya lo mencionaba Schmitt: el enemigo, bajo el amparo del Derecho Internacional, puede en teoría acceder a beneficios como la amnistía; en cambio, si al enemigo no se le reconoce como tal y se le cataloga de criminal o de terrorista, la guerra que se libra contra este será de total exterminio. Schmitt, como parte de la cúpula ideológica del Tercer Reich, sabía de lo que hablaba. Este uso perverso del lenguaje ha derivado en aberraciones como las cometidas contra el pueblo judío por parte de los nazis, pero nosotras quisimos exponerlo desde la teoría schmittiana para analizar la situación histórica y global a la que se tiene que enfrentar la lucha libertaria.

Sin embargo, el método de análisis puede extenderse y hoy lo estamos presenciando en la forma de una “bestialización” mediática contra el pueblo palestinos. Esto no quiere decir que desde aquí apoyemos ninguna masacre y mucho menos ninguna fuerza armada de carácter opresivo, ¿pero es que hay entonces que ser siempre la eterna “buena víctima”? ¿Occidente — como proyecto colonizador — nos seguirá imponiendo, como desde hace quinientos años, una versión fanática del Evangelio en la que tenemos siempre que poner la otra mejilla? Eso es lo que nos piden cuando llaman a la neutralidad.


Para salvaguardar su vida, el filósofo alemán de origen judío Walter Benjamin tuvo que, como tantos otros, dejar su país debido al advenimiento del nazismo. En algún punto de su andar por una Europa cada vez más controlada por el fascismo y con su hermano ya en un campo de concentración, su amigo Gershom Scholem le ofreció en repetidas ocasiones refugiarse en Israel. Sin embargo, Benjamin rechazó la propuesta pues rechazaba firmemente la política sionista, misma que considerarba racista contra las personas de origen árabe. Así surgió su leyenda de filósofo errante, huyendo sin rumbo fijo cargando sólo sus escritos y una pequeña biblioteca. Walter Benjamin murió el 26 de septiembre de 1940 en Portbou, siendo alcanzado por las fuerzas de ocupación nazis.

Benjamin, aún en circunstancias inhumanas, no fue neutral ante las injusticias sufridas por otros. Su vida y su muerte, aún hoy no esclarecida — se desconoce si tuvo que recurrir al suicidio o si fue asesinado — son ejemplo de dignidad, resistencia y convicción inquebrantable. 

Como libertarias, nuestra solidaridad y nuestra lucha está con el pueblo palestino, con los judíos del mundo que rechazan el sionismo y con todas aquellas singularidades y colectividades del mundo que resisten a las condiciones materiales impuestas por el capitalismo colonialista y su narrativa.

¡Viva Palestina libre! ¡Guerra a la guerra!

Ardiendo desde la Rosa de Fuego… nos vemos en las calles.

NEGATIVA